Solamente una de cada cuatro o cinco personas infectadas por el virus Zika desarrolla la enfermedad Zika. Es decir, un 75-80% de los infectados no llegan a ser conscientes de la infección al no desarrollar síntomas. Otras enfermedades producidas por flavivirus también pueden cursar de forma asintomática (como el virus dengue o el virus del Nilo Occidental).
En los casos en los que se desarrolla la enfermedad, ésta aparece tras un período de incubación de entre 3 y 12 días. Los síntomas suelen ser de intensidad leve y corta duración, entre 2 y 7 días. Con frecuencia no se llega a conocer el diagnóstico etiológico, o se considera como dengue o chikungunya.
El síntoma de la infección por virus Zika más frecuente es la fiebre, que no llega a ser muy alta, habitualmente por debajo de 38.5ºC, y puede acompañarse de dolores articulares con inflamación leve de articulaciones, sobre todo de las manos y los pies. Puede aparecer una erupción maculopapular, es decir, manchas rojas que pueden estar levemente sobreelevadas, y que no pican. La erupción suele comenzar en la cara y luego extenderse al resto del cuerpo.
Otro síntoma frecuente en los pacientes afectados es el enrojecimiento ocular, o incluso una conjuntivitis de ambos ojos, pero sin presencia de pus. Algunos infectados tienen vómitos, dolor abdominal, o diarrea. Adicionalmente, como síntomas generales se describen dolores musculares, cansancio generalizado y dolor de cabeza, a veces por detrás de los ojos.
Complicaciones del virus Zika: microcefalia y Guillain-Barré
En el brote de Zika de la Polinesia Francesa se describieron casos de síntomas neurológicos de tipo autoinmune tras haber pasado una enfermedad compatible con el virus Zika. En concreto, se diagnosticaron varias personas desíndrome de Guillain-Barré (un tipo de alteración neurológica autoinmune en la que aparece debilidad muscular que puede durar muchos meses pero que con el tratamiento adecuado se suele recuperar en casi todos los casos).
En el brote actual de Zika en Brasil se han descrito nuevos casos de complicaciones neurológicas y autoinmunes, aunque el hecho de que la mayoría de los casos sean asintomáticos hace difícil realizar una estimación real de este riesgo, que en cualquier caso parece que sigue siendo baja. Lo más preocupante es que hay un aumento alarmante de casos de microcefalia en recién nacidos en el nordeste de Brasil y alguna otra región americana, lo que se ha relacionado con embarazadas que habrían pasado la infección durante la gestación. En algunos países del continente americano se está incluso recomendando que las mujeres que viven en zonas con circulación de Zika no se queden embarazadas por el momento. Además, se debe evaluar el riesgo de las viajeras embarazadas a las zonas con circulación de Zika.
A pesar de lo comentado, sigue siendo poco frecuente que la enfermedad por el virus Zika requiera hospitalización por su gravedad. Solo a raíz del último brote se ha descrito algún caso de muerte posiblemente producido por Zika, sobre todo en bebés nacidos con microcefalia. De todos modos, al ser una epidemia en evolución, sus características pueden ir variando en el tiempo. Por ello, todas las organizaciones nacionales y supranacionales de salud han extremado sus medidas de vigilancia epidemiológica.
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